La comida es fabulosa. Te atienden los dueños, el chef sale a saludarte y a preguntar si te han gustado los platos, el precio es bueno en relación con la calidad. Todo eso justifica una visita al restaurante. Pero deberían empezar por cambiar las sillas y mesas de plástico, aunque sea de madera. Y comprar manteles. Y cubiertos de verdad. Es como ir a un merendero y que te sirvan comida de cena de embajada. La calidad de la cocina y de la atención no tiene ninguna relación con el ambiente. Pero merece la pena ir.