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Las tortas de este lugar son muy ricas, especialmente el brazo gitano. Sin embargo, dada la crisis, han reducido el tamaño de las tortas: el brazo gitano ya no parece un brazo sino un dedo y el precio, la verdad, viendo el tamaño... no lo vale. En cuanto a los dulces para degustar dentro del local: todos son buenos, sin excepción, y súper frescos. No obstante, el lugar deja mucho que desear en cuanto a infraestructura y atención: la cajera, que es peruana y parece ser la encargada del local, tiene un carácter nada agradable. Es local es tan pequeño que para pagar se hacen colas que se vuelven tediosas porque hay clientes entrando y saliendo a cada rato. Te sientes como en un mercado, comprando súper apretado. Al fondo están las mesas. Hace tiempo no contaba con aire acondicionado y ahora sí, pero igual falta mucho por mejorar. Por último, hay que tener mucha paciencia para que, una vez hecha la tediosa cola para pagar, te atiendan el personal que despachan los dulces, cosa que te hace sentir como si estuvieras en una charcutería. Ademas de todo esto, resulta paradójico que no tengan azúcar y pedir café es fatal, porque como sustituto del azúcar tienen un "endulzante" que sabe a mil demonios. En fin, el lugar vale la pena sólo para pedir dulces y consumir en cualquier lugar menos dentro del local.

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