El lugar es muy bonito e invita a pensar que pasará un rato agradable, pero cuando la comida no acompaña es muy difícil. Esperé una hora por una mesa y afortunadamente estaba ahí cuando era mi turno porque ya iban a pasar a otro sin llamarme. Pedimos un pollo relleno que venia con guarnición de papas y lo cambiaron por pasta. El pollo era microscópico y sin apenas relleno con una salsa poco agraciada y la pasta filetto de acompañamiento llegó cruda. Mi esposa pidió unos linguinis a la ruota y llegaron fríos, cuando lo pasaron por el queso por supuesto no logro la cremosidad y la integración del queso, los devolvimos y llegaron tibios y no quisimos insistir más. Pedimos de entrada una ensalada que vino sin aderezo prácticamente, lo que obligó a pedir le pusieran más. Pedimos unas bebidas frappé pero no tenían licuadora porque se había dañado. En fin. No regreso, por caro, malo y ser más bomba que chicle. El personal si estuvo muy atento, pero solo con la gente no pueden hacer un punto y menos en estos tiempos donde un servicio tan costoso no devuelve la inversión hecha. Es lastimoso que un sitio tan bonito y agradable tenga tan mala comida.