En La Posada de Cervantes no hay caída. Se come estupendamente bien, se la pasa bien, no tienes que vender un riñon para pagar la cuenta. Y cada plato es mejor que el otro. En esta ocasion probamos las papas trufadas con manchego, vainitas al ajillo con champiñones y el cordero que estaba jodidamente bueno! Suave cual mantequilla, y una cantidad como para que nadie salga molesto de ahí, en fin. TODO lo que comí y he comido en Cervantes es brutal... y todavia falta probar la mitad de la carta, así que volver es obligatorio.
3 Me gusta