La comida es deliciosa. La salsa de las pizzas tiene un sabor único, algo dulce, pero que combina muy bien con cualquier ingrediente. Es mejor pedir para llevar pero, si no hay mucha gente, es un lugar agradable para comer y la atención es buena. Las ensaladas son brutales y los postres muy ricos.

¡Volvieron a abrir! Recomendado totalmente si: 1) Te gusta la comida picante 2) Te gusta la comida asiática 3) No le temes a los nuevos sabores 4) Quieres cambiar de ambiente 5) Tienes hambre ¡No hay desperdicio!

Para calificar este sitio tan popular, comenzaré por el servicio. Deficiente. Más bien patético. Si no tienes pinta de millonario te ignoran. Pueden ignorarte toda la tarde, aunque estés ocupando una mesa. Cuando al fin te atienden después de insistir unas cinco veces, te toman la orden con la peor gana del mundo y se vuelven a olvidar de ti. El pedido llega tardisimo, y la relación calidad-costo es bastante desequilibrada. El ambiente no está mal, pero si llueve es un caos. En general la logística es terrible, y considero que su fama gestó por ser uno de los primeros lugares en ofrecer la merengadita famosa. Ahora está en todas partes y este es, definitivamente, el último lugar a donde iría si quiero una.

En una ciudad llena de sitios de hamburguesas de distintos tipos, uno no tiene muchas expectativas. Sin embargo, la imagen llama, y a partir de la apariencia, estas hamburguesas prometían. No me defraudaron. El sitio no es tan pequeño, aunque me costó encontrarlo. El sabor es deliciosamente típico con un toque particular. Además, ¡hay papas fritas! Y es un milagro. El precio justifica el sabor y la atención no es tan mala (otro milagro). En fin, si me provoca una hamburguesa, es el primer lugar en mente.

Demasiadas expectativas depositadas en una cajita hipster newyorkera. Es simplemente pasta de harina de trigo, super insípida, con los vegetales que tengas la suerte de que haya. Cualquiera podría hacer una pasta mejor en su casa. Nada es especial, solo la caja. Y la caja no se come. La atención de la sede de Altamira es horrible. Casi ni te miran a los ojos, y si les hablas o les preguntas algo, te ignoran. El lugar, además, es muy pequeño. La sede de El Rosal es un poco más grande, pero el sabor sigue siendo el mismo, patético. Lo peor de todo es que podrías pagar mucho menos por algo mejor. Recomendado solo si quieres farandulear. Si quieres comer bien, no.

No puedo contar cuántas veces he ido. La comida es excelente, la cantidad es la adecuada y el sabor es espectacular. El Din Din reúne los platos más destacados de la gastronomía coreana, acertando en sus sabores y brindándonos la posibilidad de acercarnos a su cultura. El servicio es excelente. Los muchachos son muy pacientes con las preguntas y explican todo con detalle. Sus recomendaciones siempre son acertadas. El ambiente es bonito; no demasiado elegante, pero asiático en su justa medida. Las mesas son cómodas y grandes para poder colocar todos los platos. Nunca vas a ir un día sin que haya un asiático al rededor, y eso lo hace más interesante. El dueño y su esposa son un amor. Le dan la bienvenida a todos con una gran sonrisa y siempre están pendiente.