Arriva trasciende a la novedad de la tradicional pizza napolitana (muy buenas en las trattorias ya conocidas) y ofrece una variedad adicional de estilos (incluyendo la tradicional napolitana) con una masa que, a mi gusto, puede ser la mejor de la ciudad. La atención y el ambiente son fenomenales, incluyendo un delicado cuidado acústico que no pasa desapercibido. Recomiendo pedir asesoría para entender las diferencias entre las masas si no se está familiarizado con cada una—el menú no es muy descriptivo en ese sentido, así como tampoco lo es el menú del bar en cuanto a los cocteles de autor. En general, una experiencia muy grata digna de repetir.

Parece súper bueno, pero lamentablemente no cumple con las expectativas y resulta bastante normal. Por ejemplo, si quieres probar los platos coreanos te vas a encontrar versiones tan “adaptadas al paladar venezolano” que pierden la gracia ante cualquier paladar, de aquí o de allá. En resumen, es un asiático promedio. Existen mejores opciones para quien busca sabores diferentes y más interesantes.

Cero uno. Innecesario. Caros y pequeños. Ni cerca de los mejores cachitos de la ciudad. La torta de queso es muy buena, eso sí.

Después de muchos años comiendo ocasionalmente en el carrito de Caurimare, fue una grata sorpresa volver a Pancho Villa, esta vez en La Trinidad, para descubrir que subieron el nivel. El gusto y la sazón de los tacos es de chuparse los dedos, al igual que con los acompañantes. Al pastor y de pescado son mis preferidos.

Es una experiencia circular: la propuesta deriva del cordero. Desde la mantequilla y el pan, hasta el plato principal, vienen acompañados de una breve explicación sobre su origen y elaboración. La sazón es exquisita. Cocina, atención y ambiente, excelentes... y sin embargo, al girar todo en torno al cordero, los sabores pueden tornarse un poco monótonos.

Excelente. El mejor indicador de una buena experiencia es pagarla con gusto y este es el caso de Volaré. El restaurante tiene todos los ingredientes para pasarla bien, sin pretensiones y en un ambiente agradable. Un detalle que no pasa desapercibido: la disponibilidad de vinos italianos.

No es terrible, pero tampoco es buenísimo. Es... normal. No es como para repetir... y mucho menos para hacer cola para sentarse. La gran contra, aparte de que la comida no es gran cosa, es la locación. Si vas un día concurrido, es como comer en medio de un mercado: pasa un gentío por el medio del diminuto espacio que, además de comedor, sirve de pasillo de entrada para Caracas Air. Sin embargo, no todo es malo: el tiramisú de matcha y la torta de queso azul y chocolate blanco son muy muy muy buenos.

Los restaurantes nuevos, en Caracas, son una ruleta. Afortunadamente, Dejavú es de los buenos. Tan bueno como para volver, varias veces. Los platos no sólo están bien presentados, sino que saben tan bien como se ven—esto puede parecer una obviedad, pero lamentablemente no es frecuente en nuestra ciudad. La atención es buena, los cócteles son buenos. Cero quejas.

En Caracas la oferta de pizzas no es escasa. Por eso, una pizzería más quizás no llama la atención. Pero Motorino definitivamente no es “una pizzería más”. Es una muy agradable experiencia de pizzería napolitana que seduce desde la atención hasta la frescura de sus ingredientes. Cuentan con valet parking, una carta concisa que ofrece las recetas tradicionales certificadas por un maestro pizzaiolo, variedad de vinos italianos—el vino de mesa es más que aceptable, los postres tan exquisitos como las pizzas. En general, una experiencia muy agradable de principio a fin.

En Caracas abunda el café. La mayoría, honestamente, es malo. Savignano llegó para cambiar el juego y llevarlo a otro nivel: no solo ofrece todo el rango de métodos de preparación, sino que tuesta granos de diversos orígenes de Venezuela y también cuenta con sus propios granos cosechados en El Hatillo. Aquí se disfruta y se aprende de café en cada visita. Una experiencia insuperable.